Nuestra visita por la ciudad de Sapporo fue fugaz, pero perfecta como primera bocanada del país.
Sapporo es la quinta ciudad más grande de Japón y la más grande de la isla de Hokkaido; elegirla como primer destino fue un acierto. Es una ciudad mucho más tranquila y lenta que Tokio y con mucha menos afluencia de turistas, por lo que el personal de las estaciones, tiendas de conveniencia, restaurants, etc., era mucho más paciente y amable a la hora de explicarnos el funcionamiento de las cosas, aunque en un inglés casi inentendible.
En esta ciudad comenzamos a entender más tranquilamente los conceptos básicos de las costumbres japonesas que necesitábamos empezar a incluir a nuestro chip occidental y aplicar durante nuestra estadía por Japón.
Salimos a visitar Sapporo a las siete de la mañana después de dormir casi todo el día anterior a causa del jet-lag. Para mi sorpresa, tan solo a una cuadra de comenzar nuestro recorrido me sucedió mi primer pequeño incidente: una caída inesperada en un suelo completamente congelado. Esto nos enseñó nuestra primera lección a aplicar en el resto de la isla: caminar con extra-cuidado por las heladas y resbaladizas calles de Hokkaido.
Después de recuperarme de la caída, fuimos a una tienda de conveniencia en búsqueda de un ATM que acepte tarjetas europeas. No teníamos dinero en efectivo y, aunque Japón sea un país ultra tecnológico para algunas cosas, lo cierto es que en muchos aspectos está quedando envejecido; en muchos sitios y locales solo aceptan dinero en efectivo o a veces no funcionan las tarjetas, por lo que siempre hay ir preparado con billetes por Japón. Otra alternativa es contar con las tarjetas pre-pago nacionales como la Suica o la IC, pero de eso hablaremos más adelante.
Nuestra primera tienda de conveniencia fue un Lawson, ¡que muchos Lawson y SevenEleven hay en todas partes!, en cada calle, en cada esquina hay una tienda dispuesta a ofrecerte lo que necesites. Entramos en la tienda súper temprano, era la hora en la que los oficinistas comienzan su jornada laboral por lo que había muchas personas trajeadas comprando el café y el almuerzo del día. Mi primera impresión al entrar a la tienda fue: ¡¿qué es todo esto?!, por más que veía un montón de productos expuestos en las estanterías, no lograba entender qué era cada producto. Por suerte los onigiris son fácilmente reconocibles. 😊
En los puntos más céntricos de la ciudad, hay parlantes que reproducen ¿anuncios sobre la ciudad?, ¿publicidad?, quién sabe qué, pero lo que sí es que cada anuncio viene acompañado de melodías ochenteras. Tener siempre música ambiente y voces distorsionadas hablando por los altavoces mientras caminas por la ciudad resulta muy curioso y enigmático a la vez, yo me sentía como en una película y no sabría decirte de qué género. Otra cosa que también llamó mi atención y suma puntos para crear un ambiente digno de película es la cantidad de cuervos que hay en la ciudad, volando de aquí para allá, graznando cuáles dueños del lugar y tiñendo de negro los árboles. Sobrecogedor.
Visitamos el mercado de Nijo, un mercado con más de cien años de antigüedad donde pescadores venden sus capturas del día, tanto de productos de río como mar. Cabe mencionar que la isla de Hokkaido es reconocida por la calidad y frescura de sus productos de mar, lo que atrae a muchos turistas para degustar sus pescados, mariscos, cangrejos, etc. En el mercado desayunamos donburi-meishi, un plato típico de la zona que consiste en un tazón de arroz coronado con una variedad de mariscos. Luego caminamos mucho más y visitamos varios puntos turísticos de la ciudad como la torre de televisión, el museo de la cerveza Sapporo donde pudimos degustar tres tipos de cerveza de la marca, pasillos comerciales, etc.
A la noche fuimos a Susukino, el distrito del entretenimiento de Sapporo y uno de los más famosos de Japón, a cenar a un excelente restaurante que tenía como especialidad la tempura. Era un espacio minúsculo con lugar para diez comensales, por lo que se sentía muy íntimo, como estar cenando en el comedor de un amigo. La tempura era ligera y crujiente, el mismo dueño cocinaba todo delante nuestro. Todo el show en sí merecía ser capturado para el recuerdo, por lo que comencé a hacer algunas fotos con el teléfono cuando enseguida me percato de algo molesto: el sonido de la cámara. ¡Quería quitar el sonido de la cámara, pero no había forma!, y es cuando descubro otro dato curioso: resulta que yo tengo un chip de una telefonía japonesa para poder tener internet; por lo visto, en Japón está prohibido tener la cámara del móvil en silencio para evitar que los pervertidos hagan fotos o graben a otras personas sin su consentimiento. Interesante e inquietante al mismo tiempo.
En conclusión, en Sapporo todo se siente retro y vanguardista a la vez. Las infraestructuras recuerdan mucho a la arquitecta estadounidense ya que la ciudad fue levantada de cero allá por los 70 y las autoridades niponas acudieron a consejeros occidentales para la planificación urbana. Los edificios son modernos, pero están engalanados con carteles y publicidad vintage. También vimos un montón de edificaciones mucho más antiguas, con colores desaturados y roídos por el paso del tiempo, con mucho óxido en sus estructuras. Todo en conjunto da como resultado una ciudad contemporánea con aura retro, si es que eso tiene sentido. La verdad es que es muy merecedora de incluirla en el itinerario a un Japón más puro.
Durante nuestro recorrido por la ciudad la temperatura media fue de -5 grados y nevó casi todo el tiempo.
Una última cosa que casi me olvido de mencionar: que belleza de tranvías. Súper antiguos, coloridos y hermosos. El medio de transporte en general también está bastante envejecido, pero no deja de funcionar a la perfección. A tiempo y en forma.
Los taxis son una maravilla visual, me encantan:
Bonus vídeo:
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